Pateando la escalera del crecimiento

Les paso una entrevista que le hice al economista coreano de
Cambridge Ha Joon
Chang y que se publicó el 26-7 en
iEco. Chang es un economista heterodoxo que se hizo conocido por sus artículos
y libros donde critica el discurso de los países ricos que recomiendan a los
países periféricos no utilizar las políticas que ellos utilizaron para crecer.
Su libro más conocido es “Kicking away the ladder”, pateando la
escalera. Esta es una expresión acuñada por Friedrich List, el periodista y
economista de la escuela histórica alemana, que abogó en la primera mitad del
siglo XIX por la unificación alemana y el proteccionismo para la
industrialización. List decía que al recomendar el liberalismo, Gran Bretaña
pretendía patear la escalera que había utilizado para crecer para que otros no
le siguieran el paso. List había estado a principios de siglo en EE.UU. y
conocido el Informe sobre Manufacturas de Alexander Hamilton, el primer
Secretario del Tesoro del país, que recomendaba el proteccionismo para la
industrialización. Política que siguió EE.UU hasta la Segunda Posguerra, cuando
comenzó a patear la escalera del proteccionismo, salvo para los países aliados
estratégicos como Japón, Corea del Sur o Taiwán, a los que les toleró el proteccionismoy
estatismo hasta los setenta.
En este punto se impone un comentario: cualquier medida de
protección o subsidio para el crecimiento debe estar acompañada de compromisos
de las empresas beneficiadas en términos de exportaciones, innovación tecnológica,
empleo, o lo que se decida. La ayuda indiscriminada sólo crea rentas e
ineficiencias. En los modelos asiáticos esto estuvo bien manejado (Ver por
ejemplo los trabajos de Peter Evans o Meredith Woo-Cumings, entre otros).
Por ejemplo, apelando a la figura de Hamilton de “industria
infantil”, si a un infante no se le exige cumplimiento de pautas como buen
comportamiento, estudio, etc. se puede crear un parásito de la familia y de la
sociedad, y en el peor de los casos, un depredador. En Latinoamérica las
políticas de industrialización tuvieron mucho de criar infantes rentísticos y
parasitarios, por eso su fracaso y su mala fama.
Chang es
Lector en Political Economy of Development, Faculty of Economics, University of
Cambridge. Autor de numerosos artículos y libros sobre políticas de
industrialización, entre ellos Kicking Away the Ladder y Bad Sammaritans.
Otro tema, antes de la entrevista: acaba de salir mi libro
en dos tomitos, “El estallido de la superburbuja”, sobre la crisis financiera,
en la colección Clave Para Todos de Capital Intelectual. Está en los quioscos.
Dice Chang: “Hay una creencia generalizada de que desde la
Gran Bretaña del siglo XVIII, todos los países económicamente exitosos, tal vez
con la excepción de Japón, crecieron bajo la influencia del libre comercio y el
libre mercado. Pero lo que pasó en realidad es lo contrario. A partir del siglo
XVIII en Gran Bretaña, no todos, pero casi todos los países económicamente
exitosos crecieron sobre la base de la intervención del Estado. Y ahora esos
países quieren convencer a los que quieren industrializarse, que adopten el
liberalismo” Así razona Ha-Joong Chang, economista coreano y profesor en la muy
británica Cambridge University, que sostiene que no se puede pensar en política
económica sin tener en cuenta la historia.
Chang irrumpió con fuerza en el mundo de la economía
heterodoxa con su libro “Kicking Away the Ladder. Development Strategy in
historical perspective” donde explica como los países industrializados le
recomiendan a los menos avanzados que adopten el liberalismo y que “pateen” las
escaleras de las políticas públicas que utilizaron para trepar hacia la
industrialización.
La expresión fue acuñada por Friedrich List, abogado de la
industrialización alemana en la primera mitad del siglo XIX, quien en su obra
“El sistema nacional de economía política” sostuvo que es muy común que cuando
alguien alcanza la grandeza, patea la escalera que utilizó para llegar allí,
para que otros no le sigan el camino.
Chang, vino a Buenos Aires, para un congreso convocado por
la Asociación de Economía para el Desarrollo de la Argentina (AEDA) y frustrado
por la Gripe A, pero igual se dio tiempo para hablar de su nuevo libro “Bad
Sammaritans.The mith of free trade and the secret history of capitalism”, donde
continúa y amplía su exposición sobre las políticas estatales de
industrialización en los países actualmente más avanzados (Hay edición en
castellano de AEDA-Universidad de Quilmes).
Refiriéndose a esas intervenciones, Chan explica que en
muchas ocasiones, el Estado reguló y dirigió al sector productivo, aportó
protección para las industrias locales, restringió la inversión extranjera
directa. Durante todo el siglo XVIII y la mayor parte del XIX Gran Bretaña fue
la economía más protectora del mundo, igual que los Estados Unidos entre
mediados del siglo XIX y la Segunda Guerra Mundial. Es decir, hicieron todo lo
que los países ricos les dicen a los países en desarrollo que no tienen que
hacer.
La pregunta es, entonces, porqué en la actualidad el mercado
no puede conducir a la industrialización de los países más rezagados, porqué
las señales del mercado o la conducta de los empresarios en función de su
propio interés no conduce a un objetivo virtuoso de crecimiento. Según el
economista, esto se debe por una parte, a que lo que es racional para cada
individuo o empresa no lo es necesariamente para el conjunto. Por ejemplo, un
espectador de cine puede ver mejor la pantalla parado que sentado. Pero si
todos los espectadores se paran, todos ven igual o peor. Esto se denomina
falacia de composición, por la cual la suma de los objetivos de maximización
individuales no conducen a una maximización del conjunto. La función del estado
es, precisamente, lograr que los objetivos individuales deriven en el
crecimiento del conjunto.
Otro ejemplo: En una economía puede ser muy racional para
cada inversor, poner dinero en actividades ya existentes basadas en recursos
naturales. Pero puede haber alternativas de inversión en industrias que no
ofrecen beneficios inmediatos pero pueden darlos en el futuro, proporcionando
un beneficio social mayor que las actividades dominantes en el presente. Es
estado puede, en ese caso, promover las inversiones en los sectores con futuro.
Un caso concreto: en los años sesenta el estado japonés promovió la inversión
en el sector automotriz, en momentos en que no parecía tener perspectivas, pero
que, en no mucho tiempo se convirtió en muy competitivo.
En este punto, Chang se refiere a los caminos divergentes de
Argentina y de su propio país. En los años sesenta, explica, el ingreso per
cápita de Corea del Sur era de 20 dólares y en Argentina era 100 dólares.
Argentina era cinco veces más rica que Corea del Sur, pero ahora el ingreso per
capita de Argentina es la mitad del de Corea del Sur, ¿Por qué? Porque
Argentina siguió exportando productos agrícolas, mientras que Corea del Sur
invirtió para fabricar autos y semiconductores. A nivel individual, a los
capitalistas argentinos les fue bien y ganaron dinero, pero colectivamente, el
país se atrasó.
Para ahondar en el tema, Chan se remonta a una historia más
antigua: las diferentes posturas de política económica de dos padres de la
Patria de Estados Unidos: Alexander Hamilton, el primer secretario del Tesoro,
y Thomas Jefferson, tercer presidente de ese país. Jefferson era un gran
hacendado del Sur, liberal en lo político y en lo económico, que se oponía a
cualquier impuesto a la agricultura y al proteccionismo destinado a resguardar
a las ineficientes manufacturas yanquis.
Hamilton, por su parte, elaboró un Informe sobre
Manufacturas de su país –en el cual se inspiró al alemán List en su paso por
EE.UU.- a partir del cual recomendó el proteccionismo para desarrollar las
“industrias infantiles”. El proteccionismo se estableció primero en el Norte, y
después de la Guerra Civil en todo el país, durante el siglo XIX, persistiendo
incluso hasta la Segunda Posguerra. Sin Estados Unidos no hubiera seguido la
política de Hamilton para las industrias infantiles, sostiene Chang, el país no
hubiera tenido el mismo desarrollo industrial.
Chang tiene también algo que decir sobre la liberalización
de la economía coreana en los noventa y sus efectos. En esos años, Corea del
Sur comenzó una liberalización de su sistema financiero, que profundizó luego
de la crisis de 1997, en parte por las presiones del FMI, pero también porque
sectores del país creen que ese modelo es el mejor.
Antes de los cambios los bancos estaban obligados a prestar
parte de su cartera a empresas productivas, y el 90% de los créditos bancarios
eran para ese tipo de empresas. Luego de la liberalización el porcentaje bajó
al 40%. El resto va a créditos más seguros y rentables como créditos personales
o préstamos hipotecarios.
Otra desregulación fue que, como parte de la política de
racionalización de las empresas, se admitió la compra hostil de firmas, por lo
cual las éstas se han vuelto muy conservadoras y, en lugar de derramar dinero
en inversiones de riesgo, lo conservan. Pone el caso de Samsung que por mucho
tiempo derivó ganancias de actividades tradicionales hacia las tecnológicamente
más avanzadas que estaba desarrollando pero en las que perdía dinero. Esas
estrategias son ahora menos viables y eso se traduce en menor crecimiento.
Gripe “A” mediante, el profesor Ha-Joon Chang volverá a la
Argentina en agosto, para retomar el congreso suspendido y exponer sobre
políticas de industrialización.
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